Mi hijo no escucha reggaeton
(Escrito en un Transmilenio, al unísono con los “raperos” que “riman” para pedir dinero en el sistema)
Miguel tiene once años, nació en el momento en que esto, que para mí (debió ser así) era una moda pasajera de la música se encontraba en todo el crecimiento y evolución a través de artistas de este nuevo género urbano. Al principio considero que algunas letras eran curiosas, como aquella de la fuga de gas, pero no dejaban de ser solo eso curiosas, pero hoy cuando veo que el reggaeton llegó para quedarse y sabiendo como educadora como define el gusto musical la personalidad de los sujetos en su actuar social, le he restringido a mi hijo escuchar reggaeton.
Es simple la decisión, aunque en otros escenarios, como el colegio, las calles, la música de fiesta de mis vecinos, sea frecuente escuchar sus “liricas” no quiero que su sueño sea tener muchas mujeres y las vea como un objeto sexual, sino que las vea como compañeras de lucha, iguales, como sus pares sociales, como debe ser. No quiero que sus accesorios favoritos sean cadenas con el signo del dólar, prefiero que pida microscopios, laboratorios, globos terráqueos, para que comprenda cómo funciona el mundo.
Me niego a verlo con los pantalones a media nalga, mal puestos, tratando de dar una imagen del mejor y más peligroso capo del barrio, de esos mismos que veo yo en las calles y pienso que me van a robar, o mejor aún llegan a mis aulas sin saber leer de corrido, sin saber escribir correctamente, pero que los escuchas hablando de como consiguen para “sus cosas” aparte de lo que les dan sus padres.
Mi hijo no escucha reggaeton, prefiero que aprenda otra métrica musical, que comprenda que los hechos sociales van más allá del tener, del poder, pero sobre todo del sexo, quiero que entienda que las malas palabras con música no cambian de sentido, que la moda, aunque se quede no es para todo el mundo y que su estado y frase favorita no sea “PERREA MAMI PERREA”
Nathaly Ospino Diaz
(licenciada Universidad Pedagogica Nacional Bogota UPN)